Posó sus alas verdes en mi espalada, y ambas nos teñimos con una tinta gris medio avejentada.
Allí quedó, inmóvil para siempre. Sus enormes alas estancadas en mi piel.
A veces me pregunto que habrá sido de su vida…cómo, cuándo, dónde y porque.
A veces creo que el dolor del nervio cíatico se debe a su aleteo, a su anhelo de volver a volar.
domingo, 3 de agosto de 2008
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1 comentario:
gorda, me encanto todo lo que escribiste.sos hermosa hija.
te amo. mamá
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