lunes, 4 de agosto de 2008

Media Verónica

---Tendida en su cama de sábanas aterciopeladas y sin estructura de barrales, Verónica intenta recuperarse de su última crisis de llanto. Yo, la miró desde el balcón, le acerco el “ventolin” y pongo el jarrito para el mate.
---Este es uno de los ataques más fuertes que le he visto padecer; incluyendo como dato, que es el segundo de tal magnitud que sufre en el día. Estoy verdaderamente asustado, me quedó inmóvil mirando las burbujas de hervor en el agua.
---Me desespero. Verónica no puede despegar del trance en que está sumida desde hace ya un rato largo. Intento pensar una solución, una manera de ayudarla…no puedo. ¡No puedo hacer nada! Estoy cansado, un sentir raro me envuelve…una especie de sopor se apodera de mí…

(---Nos conocimos una tarde de diciembre en Plaza Rocha. Yo estaba sentado en el pasto, pensando en uno de mis extraños viajes producto de la marihuana. Ella llegó y se sentó a mi lado, estaba vestida de color violeta, y llevaba el pelo batido…casi sin mírame me dijo:
-¿Dónde estás?
-¿Qué querés decir?
-Mmmm ¿Dónde estás volando?- dijo, denotándome la obviedad de su pregunta
-¡Ah! En el espacio…creo. Tal vez sea otro lugar
Se quedó ahí sentada inmóvil durante un rato. Después se levantó y se fue. No volví a verla por un tiempo, de hecho ni siquiera la recordaba.
En esa época todavía cursaba cine en la Facultad de Bellas Artes, y fue ahí donde la cruce por segunda vez. Estaba sentada en la rampa, cuando salí sin verla. Caminé unos pasos y escuché su voz:
-Me costó mucho encontrarte- dijo
Me di vuelta enfurecido. Me molestaba su presencia. La miré a los ojos y descubrí en ellos un brillo especial. Algo que no conocía
-Soy Santino-le dije- ¿Voz? ¿Cómo te llamas?
-Verónica- me contesto, mientras corría a agarrarme de la mano.
Caminamos muchas horas en silencio. Cuando me percaté estaba en Tolosa, en la puerta de un caserón enorme. Me quede perplejo mirándolo mientras Verónica abría la puerta.
-Pasa-me dijo-¿Querés tomar unos mates?
Entramos. La casa era muy fría. Me dio la impresión de que era una casa deshabitada, solitaria…pero, muy por el contrario estaba llena de habitaciones y gente que vivía bajo el mismo techo sin que los una ninguna relación.
Su cuarto estaba en planta baja, al final de una larga galería…aún así, el cuarto tenía balcón. Cuando me acerqué a la ventana, pude observar en el piso una frase pintada con aerosol
“Todo lo que nos rodea es falso e irreal” decía con letras negras y chorreadas sobre las cerámicas blancas. Verónica entró a la pieza con el mate en la mano y se sentó en su cama.
Volví a mi casa muy tarde. Mis papás no se habían percatado de mi ausencia; quizás por falta de interés, quizás por costumbre. Fui hasta la cocina y me preparé algo de comer. Mientras me comía un sándwich me puse a pensar…creo que fue en ese momento que supe que estaría unido a esa mujer para siempre.
Nos veíamos regularmente, tres o cuatro veces por semana. No sabía nada de su vida, nunca lo supe…pero presentía que ese brillo especial era su soledad manifestada.
Llegué, con el tiempo, a enamorarme de Verónica. Tampoco supe jamás si el sentimiento era mutuo. Una tarde de julio, sentados en el bosque y mirando los árboles le pregunté si estaríamos juntos toda la vida.
-Hay preguntas que no se responden. Uno abraza a quien las formula, le palmea la espalda, y le murmura oraciones de consuelo en el oído- me contestó.
La abracé fuerte, me acaricio la cabeza y nos quedamos hablando de cosas cotidianas hasta que salió la luna.
La noche siguiente fui a buscarla. Estaba sentada en el balcón leyendo poemas de Urondo. Me acosté en la cama y tomé un cuadernito azul en el que Verónica escribía cosas relevantes. Una frase me llamó la atención, pero no la entendí así que la deje de lado y puse el agua para el mate.
Verónica seguía sentada en el balcón, parecía no notar siquiera mi presencia. Media hora después entró y me dijo:
-Quiero leerte algo que mi mamá me decía cuando yo era chica.
-¿A ver? ¿Qué es? ¿Una canción de cuna?
No reparó en mi broma, y con lágrimas en los ojos comenzó a leer:
-“Si ustedes me lo permiten prefiero seguir viviendo. Después de todo y de pensarlo bien no tengo motivos para quejarme o protestar.”
-Así era mi mamá-dijo después de unos minutos; y fue, precisamente, allí donde presencie su primera crisis de llanto. El primero, de la larga lista que la acosó hasta el día de hoy.)

Tendida en su cama de sábanas aterciopeladas y sin estructura de barrales Verónica intenta recuperarse de su última crisis de llanto. Han pasado nueve años.
Pero esta vez supe que sería diferente, que no lo lograría; que a pesar de mi presencia Verónica no había podido librarse de la soledad que la consumía lentamente.
Cuando pude resurgir de mi letargo, recordé aquella frase y por fin pude comprenderla “Debajo de todas las apariencias, está la búsqueda de la verdad, la confrontación de la verdad profunda”



[Este trabajo lo hice en una clase de Textos II. La consigna era escribir un cuento o una historia incluyendo en ella, de la manera más natural posible las siguientes frases:
"Todo lo que nos rodea es falso e irreal"
"Hay preguntas que no se responden. Uno abraza a quien las formula, le palmea la espalda, y le murmura oraciones de consuelo en el oído"
"Si ustedes me lo permiten prefiero seguir viviendo. Después de todo y de pensarlo bien no tengo motivos para quejarme o protestar"
"Debajo de todas las apariencias, está la búsqueda de la verdad, la confrontación de la verdad profunda"
Creo que me salió bastante pasable]

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